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MONTERREY, NL.— Si algo sabe el escritor Mario Vargas Llosa es que la literatura es síntoma de inconformidad y de rebeldía, arquetipo de libertad e inmenso placer y rasgo esencial y exclusivo de lo humano. Somos los únicos en este planeta y del universo conocido, capaces de burlar las naturales limitaciones de nuestra condición que nos condena a tener una sola vida, un solo destino, una sola circunstancia.
Tal vez por esa concepción, su literatura es una amplia exploración por los escenarios más diversos: Perú, España o Tahití; y un mosaico de personajes reales e históricos, como el que puebla su nueva novela, basada en la vida de un cónsul inglés del siglo XIX que denunció los horrores que cometía el rey de Bélgica en el Congo, al igual que el maltrato que recibían las comunidades indígenas por los dueños de las plantaciones de caucho en Brasil y Perú.
Durante su participación en el Fórum Universal de las Culturas, que se celebra en esta ciudad, el autor de Conversación en la catedral dijo que gracias a la ficción existe la libertad, porque sin ella la aventura humana hubiera sido tan limitada como la vida de los animales.
En su conferencia magistral El viaje a la ficción, un ensayo sobre los habladores, seres que recorren los pueblos machiguengas del Amazonas compartiendo historias propias y ajenas, el también ensayista aseguró que “la literatura es la hija tardía de esa actividad primigenia”.
Reconoció que la ficción es la otra realidad del ser humano, a partir de su experiencia de lo vivido y amasada con la levadura de sus deseos insatisfechos y su imaginación, una especie de ángel de la guarda, que al cabo de dos milenios de un camino lento y zigzagueante ha llevado a la humanidad a viajar a las estrellas, dominar el átomo y a la prodigiosa conquista del conocimiento y la mentalidad destructiva, a descubrir los derechos humanos, la libertad, a crear individuos orgánicos.
Aseguró que la ficción nos ha hecho más inconformes y ambiciosos: Con la literatura nos hemos ido despojando de tantos prejuicios, tabúes, miedos, costumbres, creencias, dioses y demonios que eran otros tantos obstáculos para alcanzar nuestros sueños, hemos vivido siendo fieles a ese rito, que para fortuna nuestra comenzaron a soñar los ancestros en el principio de la historia.
Vargas Llosa enfatizó que a través de los narradores orales, la humanidad ha logrado conjurar sus miedos, escapar a sus frustraciones, enfrentar la vejez y vencer a la muerte, así como vivir el amor, la pasión, la crueldad y los excesos que reclaman los ángeles y demonios que traen consigo.
Aunque el escritor de origen peruano ya dedicó un libro a esos seres que han contado las historias de los pueblos que habitan el Amazonas, titulado El hablador, regresa con frecuencia a ellos, le intrigan los hechos: ¿Por qué los ocultan, por qué no han hablado más de ellos a los forasteros, por qué los informantes que han proporcionado tanto material sobre sus usos y costumbres, mitos y leyendas, que han dado tantos datos sobre su pasado, han sido tan reservados en torno a una institución que ha representado y debe representar todavía algo central en la vida de la comunidad?.
Los rostros de la democracia
Vargas Llosa hizo a un lado la ficción y habló de la realidad política en México donde, aseguró, se ha alcanzado la democracia imperfecta, y se dijo optimista porque observa a muchos grupos que aspiran a alcanzar la democracia perfecta, esa que nunca se hubiera logrado si Andrés Manuel López Obrador hubiera llegado al poder. Los mexicanos fueron muy lúcidos al no decidir por esa propuesta que se hubiera sumado a los gobiernos populistas que hay en América, en especial el de Hugo Chávez en Venezuela y la dictadura de Fidel Castro en Cuba, y menos presente en Bolivia con Evo Morales, dijo.
La visita del escritor coincide con que su obra es analizada en el séptimo Coloquio Literario de la Feria Internacional del Libro de Monterrey, en el que participan Raymond L. Williams, que es considerado el estudioso más reconocido, así como Mary G Berg y Meter Elmore.
Informa El Universal
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